Entre los días 12 y 26 de Julio se ha desarrollado un campo de trabajo de carácter arqueológico patrocinado por el Instituto Andaluz de la Juventud de la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Montoro en el emplazamiento denominado Puente Romano de Montoro. Este puente supone un bien arquitectónico de enorme interés y singularidad dentro del rico patrimonio cultural montoreño, y por ello, además de por su buena localización, ha sido elegido como escenario de esta actividad. El puente se emplaza dentro del Término Municipal de Montoro, entre la N-IV y el Río Guadalquivir, siendo visible desde aquella a la altura de la Vega de Torrepajares, y pudiendo accederse al mismo por la Vía de Servicio. Desde el punto de vista arqueológico, el campo de trabajo supone así una primera fase en las labores de investigación y puesta en valor del puente, que vendrá seguida de nuevas acciones destinadas a sacar a la luz la integridad de la estructura y a la mejora de su entorno. Al campo de trabajo ha asistido una docena de jóvenes llegados de diversos puntos de la geografía nacional y francesa, a quienes, aparte de la experiencia arqueológica, la actividad ha supuesto una ocasión idónea para la convivencia. Una convivencia de 24 horas diarias en los trabajos de campo, durante las comidas, las actividades de ocio y tiempo libre, deporte, excursiones… Actividades como las visitas guiadas a los Museos de Montoro, al Parque Natural de Cardeña-Montoro, de turismo activo como la bajada en piragua del Guadalquivir, gran diversidad de talleres en los que aprender siempre algo nuevo (pintura, fotografía digital, globoflexia…), prácticas deportivas como el tiro con arco… han convertido el campo de trabajo en una alternativa de calidad a las vacaciones tradicionales de sol y playa, en que el disfrute de los recursos culturales y medioambientales se demuestran perfectamente adaptados al ocio joven. El puente objeto de los trabajos se encontraba abandonado y en proceso de deterioro, por los aportes de aguas que bajo él discurren en los meses lluviosos, y por la vegetación silvestre que le ha venido afectando. Aunque gran parte de su estructura quedaba oculta bajo los sedimentos del arroyo, desde antes de iniciar los trabajos el puente permitía distinguir su fábrica en sillares de piedra molinaza combinados con fragmentos de menos envergadura. En cuanto a su tipología, presenta un solo ojo, y el tablero no era visible por encontrase bajo los sedimentos modernos. Respecto a las dos caras del puente, éste es bastante sobrio, siendo ambas lisas, sin molduras ni acolchados. Antes del inicio de los trabajos, el puente alcanzaba los 2,05m de altura, desde el fondo del cauce hasta el punto central del tablero. La anchura del puente era de 5,60m aproximadamente, y su longitud emergida, de 7,60m. Esta percepción se ha visto modificada ya con la realización de esta primera fase de intervención arqueológica, emergiendo parte de la estructura antes oculta. Los trabajos efectuados han permitido corroborar que las dimensiones de la estructura son mayores de lo inicialmente esperado, no sólo en longitud, sino también en altura. Sin haber aún alcanzado la cimentación de la estructura ni los límites del tablero, ésta presenta ya 3m de altura y más de 10m de largo. Confiamos en que los próximos trabajos esclarezcan la auténtica entidad arquitectónica de este puente. Durante los siglos en que la Bética vivió bajo dominio de Roma, las comunicaciones se llevaron a cabo a través de calzadas, obras constructivas de gran envergadura que se extendieron por todo el Imperio. Surgidas por y para el ejército romano en sus tareas de expansión, pronto desbordaron la península Itálica, cuna de la civilización romana y se adentraron en los territorios hostiles que eran objeto de conquista. Sin embargo, las vías romanas se convirtieron en un inestimable medio de comunicación también para la población en general y sobre todo para la práctica del comercio. La Vía más larga de la Península Ibérica, con un recorrido total aproximado de 1.500 kilómetros, atravesaba desde Gades, Hasta Regia, Oripo, Hispalis, Carmo, Astigi, Corduba, Epora (Montoro) y Castulo, hasta los Pirineos, y recibió su nombre por Augusto, emperador de Roma entre los años 27 a.C. y 14 d.C. que construyó buena parte de su trazado. En la actualidad, podemos todavía seguir su trazado a través de la carretera Nacional IV. Los puentes romanos son frecuentes a lo largo de los recorridos de las calzadas, ya sea para superar grandes ríos como para pequeños arroyos o torrenteras. El puente romano de Montoro es una muestra del nivel tan alto alcanzado por la ingeniería romana y demuestra además la evolución cambiante de la climatología y su repercusión en los cursos de agua, pues aunque el arroyo que el puente cruza se halla seco en la actualidad durante la mayor parte del año, en época romana debió tener un caudal estable y de importancia. De otro modo no se explicaría la existencia de esta estructura. La adquisición del rango de Civitas Phoederata por parte de Epora (nombre que recibió Montoro en época romana) al prestar ayuda a Roma en sus guerras contra Cartago, le llevará a alcanzar un papel preponderante dentro de las comunicaciones de la Baetica. En este contexto debemos enfocar la importancia de la recuperación y restauración del Puente Romano de Montoro. Agustín Lucena Martín Arqueólogo Municipal