Con 96 años, ya es un mérito haber vivido. Y sobre todo haber vivido manteniendo siempre un ánimo envidiable, un buen humor y sin repartir quejas o lamentos.
Este hecho adquiere más significado cuando ahora, y desde hace unos años, diversas enfermedades la tienen postrada en una silla, inválida y con los oídos cerrados por una pertinaz y dura sordera.